Las alimañas y el polvo en la escena camuflada de la desolación.
Ella era muy joven, pero conocía la oscuridad. Iba tanteando, para sentir la frialdad áspera de la piedra y el olor de su hombre.
Antes del calor, de la luz, de la mirada, era preciso
ser cautos.
Pero él sólo podía ser fiel a sí mismo; ver para creer. Y no esperó.
a.g.
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