Hace unos días asistí a un seminario dedicado a indagar la obra de Hélene Cixous y Jacques Derrida, en torno a Soñar y escribir lo femenino. Lo dictó una profesora de España, Marta Segarra.
A Hélene la había conocido gracias a mi amiga Daniela, por un libro precioso que escriben en tándem con Derrida, su gran amigo y lector, llamado Velos. Una delicia, también, como objeto libro.
Ahora encuentro lecturas nuevas de ella. Y la alegría de los lazos entre autores y artistas que me han conmovido y me conmueven. Un oasis entre tanta obra oportunista, tanta mercancía al gusto de consumidores fast-readers, tanta idea de que escribir no implica una puesta del cuerpo hacia el vacío, un riesgo y una aventura permanentes...
Va un parrafito, entonces, de su ensayo "El último cuadro o el retrato de Dios" (1983), incluido en Deseo de escritura:
"Pintar y escribir, es esto, es esperar absolutamente, es lo que podríamos llamar: La Vida Girasol, para tomar una imagen de Van Gogh o de Clarice Lispector:
´Casi todas las vidas son pequeñas. Lo que agranda una vida, es la vida interior, son los pensamientos, son las sensaciones, son las esperanzas inútiles... La esperanza es como un girasol que a la ventura gira en dirección del sol. Pero no es ´a la ventura´.
Lo que agranda la vida de una persona, son los sueños imposibles, los deseos irrealizables. El que todavía no se ha realizado. Y son tan fuertes esas esperanzas esos deseos que a veces nos caemos, y cuando la persona se cae, ve, está de nuevo girada hacia el sol inaccesible. Por qué la flor tiene un perfume que no es para alguien y para nada...
Como la esperanza. La esperanza aspira a la esperanza propia".
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