26.10.10

Los 22 pliegues de la vida humana


El hijo, el hijo del jefe, el hijo del enfermo, el hijo del labriego, el hijo del necio, el hijo del Mago, nacen con veintidós pliegues.
La cuestión es desplegarlos.
La vida del hombre entonces se completa.
Bajo esa forma muere.
No le resta pliegue alguno por desplegar.
Raramente muere el hombre conservando algunos pliegues sin desplegar.
Ha ocurrido sin embargo.
Paralelamente a esta operación el hombre forma su carozo.
Las razas inferiores, como la raza blanca, ven más el carozo que el despliegue.
El Mago ve más bien el despliegue.
Sólo el despliegue es importante. Lo demás no es sino epifenómeno.

Henri MichauxPintor y poeta francés (1899- 1984)
Publicado en el excelente blog de Fernando Reberendo, Deleuze http://deleuzefilosofia.blogspot.com/






15.10.10

Madre

No le gustaban los arraigos, ni dejar evidencia física; no le interesaba siquiera lo que pudiese ser de nosotros cuando ella no estuviera. Sólo quería disolverse en el río donde anclaban sus mejores recuerdos de niña pobre, cuando no existían ni la esperanza ni la ambición ni el miedo.
Fantaseaba con vivir en hoteles, portando sólo un par de valijas, comer lo que hubiera de menú ese día, compartir ritos de pasaje con los viajeros.
Amaba Buenos Aires, aunque la mitad de sus parientes rosarinos se hubieran radicado en Córdoba.
Diestra con las labores, gozaba más el logro una cañería destapada que del bordado bien hecho.
Después de los cincuenta, se encontró con su amado Van Gogh y se lanzó a pintar.
Pobrecito, decía, se amputó la oreja por una mujer.
Lo decía con auténtica pena.
Y plagiaba, con salvaje albedrío, la locura del holandés en su mundo sin girasoles.

4.10.10

Los ojos de Gyuri


Anoche haciendo zapping encontré una verdadera joya cinematográfica en la tv, creo, pública. en un ciclo que presenta Campanella. Estaba empezada; no obstante, me atrapó de tal modo que no me moví del diván hasta el the end. El primer punto de atracción fue la terrible fuerza de sus imágenes en blanco y negro. Y, particularmente, la de los grandes ojos pardos en un rostro enflaquecido por la degradación y el hambre de ese adolescente de catorce años: Gyuri.
Gyuri es húngaro, judío y como tantos, es trasladado al campo de concentración de Buchenwald, engañado con la promesa de un trabajo en una fábrica, sin saber que ese sería su destino, su sin-destino, o el comienzo de una vida sin retorno a lo que fue.
La peli se llama "Sin destino", es de 2005, la dirigió otro húngaro (Lajos Koltai) y está inspirada en la novela homónima del Nobel de literatura Imre Kertész.
No lo sabía, me enteré hoy navegando por google. Así se entiende el peso que cada palabra tiene en relato en off del joven, algo que por lo que leo dentro de la crítica internáutica, sería uno de los puntos flojos (¿!) del film, porque no es creíble que un adolescente se explaye con tal profundidad y solvencia… lo cierto es que no me importa, en tanto pudo llevarme de la mano –cuando no de las orejas, en ciertos momentos implacables-, con desgarrada poesía, hasta el corazón de ese dolor que produce experiencia, saber, diferencia, una frontera insalvable, ya no sólo en relación con el enemigo, sino con aquellos que quedaron a salvo, de este lado.
Ahí, la incomodidad, la odisea: en la vergüenza de los vecinos, los transeúntes, los pasajeros del tranvía -¡y el inspector lo reprende porque G. no tiene boleto!-, que observa con aprensión a ese muchacho sucio y raquítico, vestido aún con el traje a rayas del presidio en el campo, tratando de llegar a algún lugar, de recuperar el sitio perdido. La odisea es el regreso. Eso dicen los ojos de Gyuri. Cuando G. aborda el camión para volver a Budapest, la cinta abandona el monocromo y asume el color; el contraste subraya el dramatismo de esas vidas que transcurren, definitivamente ajenas.
(Didascalia): Gyuri camina rumbo a un incierto futuro sobre la calle principal de su ciudad, mientras la cámara abre plano y remonta altura.