26.8.08

Una historia de amor


Esa mañana antes de encontrarlo en el bar se había cortado las uñas y arrancado los dos pelos oscuros del entrecejo con la pinza. Se había puesto su único vestido de jersey estampado y hecho alisar la mata abundante y negra que le nacía cerca de las pestañas. Delineado los párpados estilo Nefertitis. Entonces hace lo que toda mujer bien femenina debe hacer en su primera cita: llegar tarde y disculparse con una excusa banal.
-Es que en la peluquería estaban a full.

Siguiendo con el plan, ella le cuenta los pormenores de su odisea en taxi mientras revuelve el líquido oscuro y espumante de la taza, y él sin mirarla escribe con velocidad taquigráfica sus dichos, en una libreta de tapas rojas.
Y de pronto la mira, como si descubriera el detalle, o a ella le parece, o quisiera creer que hubiera sido así. Frase inconclusa, birome en alto. Le mira el tercer ojo, el punto de equilibrio donde debieran haber estado los pelos que quitó de un tirón frente al espejo del baño, después de ducharse.
Uy, se dio cuenta, piensa ella. Qué momento.

Ella toma dos sorbos de café y tose un poco. Él ha vuelto a escribir. Entonces, no se trata solamente de lo que dice.
Quizás anote esa falta que disfraza su coquetería. Quizás el gesto tan suyo de fruncir la nariz y alzarla un poco para otear el contexto. Ella quiere creer que él toma registro de esas actitudes tan suyas.

Él levanta la vista del papel y se queda esperando, otra vez, la palabra de ella.
Pero ella no dice nada. No sabe qué decir. Entonces es él quien toma la iniciativa, y con voz grave, la voz más profunda que ella haya conocido jamás, le explica: que necesita leer lo que escucha para fijarlo. Que es un método de selección que lo preserva del dolor. Que no lo hace por desprecio de las palabras de otros, sino por una sobrecapacidad de nacimiento. Que escribir lo ayuda a no enloquecer del todo.
Y como si revelara una secreta vergüenza personal, agrega:
-Mi oído… es absoluto.

Ella ve su mirada de lobo estepario. Todo su cuerpo se estremece de alegría.
No sabe cómo explicárselo. Busca su mano, pero no puede llegar. Sésamo no se abre.
-No, no vas a poder –dice él. Ninguna pudo antes.
Ella le huele el cansancio entre los poros.
-No importa –dice ella.
-Sí que importa –dice él. Estoy harto de sentirme solo.
-No importa, de verdad. Podemos mirarnos.


10.8.08

Feliz día, ardillita




sana manana (canción de cuna para Emanuel)

el señor Wani se ha caído otra vez no aprende nunca la lección
y eso que cada noche cada noche


esquirlas de tiza
en el parquet
en las paredes sobre la mesa
el macetero el respaldar la sábana el jabón la esponja
del conejo sin orejas los sillones ballena la tetera el manubrio de la bici la nariz de Wani el oso Ofo las uñas el jilguero el camión la playa de estacionamiento los azulejos el pasillo el chiflete colándose por debajo de la alfombra el frío la mañana la colcha las nubes de algodón el acuario sintético
los borraré
con escofina limzul caléndula agua destilada

para que todo huya
para que nada grite

mami mamen manana
nana que sana sana


el niño duerme con la boca abierta
deja su baba el rastro
de caracol sin techo
lo escoltan animales de otra casa
dinosaurios domésticos
metamorfosis de abeja en hombre mosca

angelitos de un cielo crédulo lo ven despabilarse
junto a las bestias negras del castillo

nana que sana sana
si no sana hoy


a mis espaldas crece la
madrépora

vidu vidurri meu
somebody body buddy to love

voy de tu mano por el trópico
de mi infancia arborescente y sola
danzo con vos dos pisos más arriba de la fiesta a la que no nos invitaron
extranjeros de todo
voy con tus ojos de paseo por las casas más pobres
de tu escenografía
la cigarra en hot pant la hormiga con muletas

voy con tu risa
ícaro memeu cuando vacilo


ojo de buey sin horizonte sin
algodón de miel sobre el párpado hinchado
tumulto que nunca cesa de abrumarse sobre el mismo pliegue que secreta

mamen mamana puedo llamarte hada madrina
¿puedo mami?
sana madrana lada
sino sana manana
mamana sanará.

9.8.08

Escribir


"No disimular nada ni ocultar nada, escribir sobre las cosas más
cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad; escribir sobre mi
torpeza sexual, el sufrimiento de Tántalo, la magnitud de mi
desaliento -creo entreverlo en sueños-, mi desesperación.
Escribir sobre los necios sufrimientos de la angustia, la
renovación de nuestras fuerzas cuando aquellos pasan; escribir
sobre la penosa búsqueda del yo, amenazado por un extraño
en correos, un rostro apenas entrevisto en la ventanilla de un
tren; escribir sobre los continentes y las poblaciones de
nuestros sueños; sobre el amor y la muerte, el bien y el mal,
el fin del mundo."
JOHN CHEEVER ("Diarios")

Anfitriones




Anoche, en un hogar con chimenea de verdad -de verdad es decir con leños de verdad, enorme en el medio de la sala, hospitalaria- cenamos fideos amasados por el anfitrión, Manuel, uno de los más extraordinarios dibujantes que ha dado esta ciudad poderosa y mezquina, persona sensible, amante de su prole numerosa y de diversas edades, mezcla de tano con inglés. Y su mujer, Angélica, de una belleza que los años han acentuado, hermosísima, dulce y firme mujer.
Manuel tocó el acordeón, una de sus pasiones: valses, polcas, tangos, chamamés... A esa altura de la noche, todos sin excepción, habíamos consumido al menos dos raciones de pasta con salsa de cordero -cortado a cuchilla, tutto fato in la sua casa-, degustado un café exquisito -para el que también hubo una segunda y hasta una tercera vuelta en algún caso-, acompañándolo con unos bombones de naranjitas bañadas en chocolate, tomado mucho vino, reído mucho mucho, cantado -una manera generosa de decirlo- los fragmentos de las canciones que se iban hilvanando, como sin tiempo todo, tan a gusto en esto de estar sin tiempo entre los afectos.
Qué delicia...
Gracias amigos.

7.8.08

Cosas que encuentro por ahí...


... navegando un poco, buscando algo sobre Milita Molina, una escritora medio secreta que no escribe para ser entendida, así se comenta (Cangi, Kohan, Germán García) que reivindica como padre literario a Lamborghini (Osvaldo) ese vigor deleuziano, lo (la) ando buscando, ando buscando esas intensidades, y bueno, encuentro en el blog de un santafesino (se llama Literal, la entrada es de hace 3 años) tipeando a Milita esto de Niesztche (siempre lo escribo mal):


"Tengo miedo de cacarear, insiste Nietzsche en su correspondencia. Era un hombre tímido avergonzado de tener que mostrarlo en su propio espejo. "¿A qué decir tan alto y con tanto calor lo que somos, lo que queremos y lo que no queremos? —enfatiza en el prólogo de "Aurora". Meditémoslo más fría y serenamente, digámoslo como si habláramos con nosotros mismos, tan bajo que el mundo no lo oiga, que no nos oiga".


Entonces ¿por qué un blog? Uy...