23.12.08

Todo está aquí



“Y el barquero habla lentamente a lo largo del agua
Nunca hubo ni error ni extravíos
Y todo fue dado, una vez por todas, a todo el mundo
el árbol del bien y del mal nunca ha sido sembrado
ni arrancado de raíz
y todo está aquí
y vemos la existencia desnuda y radiante
y escuchamos la música inmanente y sabia
como en el primer día, como en el último”.
Anton Boulad (Beirut, 1951)

14.12.08

Agua bendita, agua de amor


La flaca

Hasta los treinta fue “la flaquita”. Tenía la nariz ganchuda, piernas largas y los ojos más negros que uno pueda imaginarse. En las fotos aparecía tímida, mirando de costado. El primer plano se reservaba a su hermana mayor, que había ganado un concurso de belleza en Rosario junto a Nelly Medem, una de las femme fatale rubias de Argentina Sono Film, gracias a la competencia. La morocha no tuvo ese destino. El padre andaluz le había prohibido siquiera con soñar en ser actriz:
-Esas son cosas de putas –sentenció, y adiós futuro cinematográfico.

Pero ella no iba a tolerar una vida de perfil bajo: se casó con un hombre lo suficientemente ambicioso y perspicaz para los negocios como para hacer fortuna y, cual astro rey, sacarla de su opacidad de origen proletario. Cuando su hijo menor aun no había nacido, el industrial en que se había convertido su esposo le compró una casa que ocupaba una manzana entera, con escaleras anchas, vitrales y patios coloniales. Sus fiestas eran memorables; también el Cadillac dorado que manejó su esposo durante dos décadas, el primero que se vio circular por la ciudad.

La flaquita tuvo distinta suerte. Ella no daba para concursos de belleza, aunque después de adolecer su cuerpo se llenó de curvas y su rostro de ángulos. Entonces dejó de ser la flaquita para ser, a secas, la flaca.

La flaca que todavía era la flaquita aprendió a tejer, a bordar, a cocinar y a abrir la puerta para ir a jugar. El padre se murió el mismo día de su cumpleaños número 21, algo que nunca le perdonó. Tal fue su dolor de malquerida que nunca más volvió a festejar su natalicio. El padre había llegado viudo desde Linares, provincia de Jaén. Su primera esposa había muerto trágicamente en un accidente. Contaba la hermana mayor que la muerta estaba embarazada cuando su vida se tronchó. O sea que el abuelo tuvo una pérdida doble. A la hermana mayor le encantaba contar historias especialmente trágicas. Así parecía que a la familia le habían pasado grandes cosas:
-Papá se vino huyendo de ese dolor, dejando atrás sus campos de olivares que eran vastísimos…

Tras algunos flirteos inocentes, hasta donde el pudor de las mujeres de antes puede garantizarlo, la flaca se enamoró perdidamente de un joven llamado Carlos. El joven era un buen partido. De origen turco. O sea que el porvenir económico estaría asegurado. Ellos se comprometieron ante las dos familias. No queda registro fotográfico del acontecimiento, y las razones son obvias: un día la novia descubrió in fraganti al prometido en brazos de otra, que no era por lo que se supo la aventura de una noche. La flaca rompió lazos, se negó a escuchar ruegos y disculpas y se encerró en una vida monacal, por un tiempo. Su madre, que había criado seis hijos desde su viudez temprana, _el andaluz le llevaba 23 años_ la acompañaba en las caminatas por el bulevar Oroño, le secaba las lágrimas y le aseguraba:
-Ya pasará, hijita, todo pasa, menos la muerte.

La madre sabía por qué lo decía. Otra de las historias que había contado la hermana mayor era que el hermano mayor no era, en realidad, hijo del andaluz. Que eso explicaría su tez “morochita”, a diferencia del resto, y sobre todo del padre, cuya piel era traslúcida. El pretendido bastardo y su madre tendrían así su mundo privado y excluyente.
-Papá fue tan generoso… hasta le dio el apellido.
La hermana del medio siempre desmintió esas aseveraciones.

El mayor en cuestión había fugado con parte de la magra herencia familiar _el taller de herrería artística del andaluz_, el del medio se subió a los barcos de la marina mercante, así que el más chico cargó sobre sus hombros la responsabilidad de cuidar y mantener a las mujeres. Se fueron a vivir a una pensión.
El hermano proveedor hacía horas extras en la fábrica metalúrgica y a cambio la flaquita le lavaba los mamelucos grasientos y cosía para afuera. Nunca fueron peronistas “sentidos” pero había que sobrevivir. La hermana mayor empezó a visitar villas como asistente social de la Señora y la del medio a dar clases en las unidades básicas a niños del primario. Tenía un talento especial para la docencia. Era paciente y el gustaban los niños. Lástima que su deseo rumbeaba para el canto lírico, una carrera que jamás el andaluz ni el hermano menor hubieran podido costearle. La flaca ya era la flaca cuando su hermana mayor contrajo nupcias con pompa y circunstancia y se fue a vivir a Córdoba. Había florecido, y muchos la codiciaban.

La flaca enamoró a un conocido pintor de escenas gauchescas cuya madre la a-do-ra-ba.
A un señor entrado en años con una sólida posición y casa con pileta.
A un empleado bancario con modestas ambiciones pero ambiciones al fin.
A un viudo que sólo quería una compañera.
Ella jugaba a ser la chica sexy en los sesenta, cuando a su hermana mayor le crecía la panza y ya no era el centro de atención. Los otros hermanos ya habían buscado anclajes, con suerte adversa, como el tiempo se encargaría de demostrar. La flaca seguía jugando y su hermana mayor estaba seriamente preocupada. A la flaca no le quedaba mucho hilo en el carretel para mantener su estatus de soltera-apetecible. Era hora de sentar cabeza. Las fiestas se sucedían unas tras otras con diversos invitados cada vez; la flaca estaba encantada pero seguía solterita y sin apuro.
Hasta que la actriz que no fue la amenazó:
-Mirá querida, más te vale que consigas un marido pronto porque te vas a quedar para vestir santos y a mí se me está acabando la lista.
Para la flaca fue un baldazo de agua. La hermana mayor imponía sobre ella su autoridad. Sobre todo cuando la miraba arqueando las cejas pobladas directo a sus hermosos ojos negros.

Es entonces cuando aparece en escena El Cubano. El cubano estaba por cumplir 40 años, era de modales caballerescos y una suave y cimbreante tonada que derretía las piedras. En su pasado reciente había un hijo y dos divorcios.
El cubano andaba de viaje probablemente huyendo de ambas circunstancias. Aunque esa es una lectura extraoficial del asunto. Su trabajo era viajar aunando voluntades para concretar obras benéficas. En su juventud había ingresado en la masonería. Tenía una fuerte vocación de servicio y alas siempre prontas para despegar. Era un aventurero que ya andaba nostálgico de un lugar en el mundo. Aunque él recién lo supo cuando la vio, con su vestido de raso pegado al cuerpo, bajar las escaleras de la mansión donde habitaban la hermana mayor y su acaudalado esposo.
-Esa mujer será mi casa –decidió.
Seis meses después se casaron en La Habana.
Ella no vistió de blanco como hubiera querido.
Tampoco estuvo su madre en la boda. Ni sus hermanos.
Ella estaba paradita allí, ante el altar, sonriendo tímidamente a sus parientes políticos, mirando todo con sus profundos y hermosos ojos negros.
Ella era una mujer valiente.
Poco después, ellos emigraron de la isla. El hogar/caracol anduvo de un lado a otro por un lapso de veinte años, antes de radicar en el lugar que vio nacer a sus nietos y a sus nietos, verlos morir a ellos.

Pero esa es otra historia. Esa historia no nos interesa ahora.
Porque ellos vuelven a emigrar juntos hoy, como aquella vez, solos.
Ellos vuelven a elegirse.
La casa de él, donde esté su mujer.
La casa de su mujer, en el regazo de la infancia.
Ella lo lleva a él, que ha partido pocos años antes. Lo lleva de la mano hasta el lecho del río. Para ser agua: agua enriquecida, agua bendita.
Agua de amor.
Nosotros, sus hijos, les decimos gracias y adiós.
Buen viaje, viejos queridos.

A Ramón y Blanca, in memoriam. Rosario, a orillas del Paraná, 6 de diciembre 2008.

13.12.08

Acto fallido




Me llega por mail esta invitación:

Te invitamos a la presentación del libro Derechos de las mujeres y de las minorías sexuales. Un análisis desde el método de casos, coordinado por Andrés Rossetti y Magdalena Álvarez (Advocatus, Córdoba, 2008). Será este lunes 15 de diciembre, a las 19.30 hs, en el Salón Vélez Sársfield de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC, Obispo Trejo 242, planta alta.
Presentarán el libro la Dra. Carmen Colazo, la Dra. Nora Lloveras y el Dr. Juan Marco Vaggione.


¿qué leo a primer golpe de vista?: Derechos de las mujeres y de las minorías sexuales. Un análisis desde el método del CAOS...

26.11.08

Rizomas


II


el espejo se vuelve más pálido

si estiro la espera:

la copa, la sombra de la copa...

¿cuánto temblor soporta el cuerpo?

ajado pero sin sonar a roto, al galope

de un ritmo que conoce,

como si cumpliera

la edad de nuestros hábitos


el miedo es un murmullo que transcurre

sobre música vieja.


Florencia Abatte (Buenos Aires, 1976)


.................................................


Hemos quedado parados,


en el laberinto de nuestro tiempo sucinto;


o, nos hemos acurrucado


sobre nuestro último instante.


Nos hemos acurrucado


sobre sueños evanescentes,


sobre copas vacías,


sobre una iglesia.


La iglesia de enfrente me ha visto


abrazar la nada.


Sabah Zouein (Monte Líbano, 1955)


En Poéticas al Encuentro. Poesía Argentina y Libanesa Contemporánea. Comp. Edgardo Zuain y Sabah Zouein. Tantalia. Buenos Aires, Octubre de 2008. (30 poetas argentinos, entre quienes tuve el honor de ser incluida / 30 poetas libaneses). Para más información remito a la dirección del blog de María del Carmen Colombo, que además como sitio brinda un interesante recorrido por lo mejor de nuestras letras.


21.11.08

Vidriera


Circa Recoleta, Juncal al nosecuánto. Ayer a la siesta.

Hay otras vidas, otras formas: de dormir, de acicalarse, de habitarse. De mostrarse.

Una mujer de cierta edad mira y se mira en el reflejo de esa escenografía in illo tempore.

Qué pensará.

Lo que es yo, no me imagino en esa chaise longue. Ni ahí.

Pero queda linda en la vidriera.

A ver a ver, una pose para la foto...

Click!

10.11.08

Blanca Rosa, in memoriam




L A G R I M A L
L I N A R E S


Debo apurar mi carta
mañana irán en barco a beber de Linares sus óleos y sus vinos
al fondo del cubil prensadas uvas negras
por las muchachas que éramos
los hijos

¿recuerdas?
¿la sangre mora casi al trepar las faldas
de los primeros arreboles?
nos tomaba la ronda todo el día
guernica estaba lejos
por los cabellos azulaba la sombra de la parra
el mar no estaba
la miel entre los labios a punto caramelo
las risas las abuelas
no había nada de esa nada que nos creció después
como un tubérculo
ni el dolor agrio del ciruelo en el frasco
ni de la terra incognita los frutos

ellos irán a descifrarse
el equipaje lleno de nueces
los bordes de la puntilla por fuera
de los cerrojos oxidados
el sabor de mis ojos en la caligrafía

por esas mismas aguas que atravesó la niña
al rumbo de tu mano
blanca.

26.10.08

La Vida Girasol






Hace unos días asistí a un seminario dedicado a indagar la obra de Hélene Cixous y Jacques Derrida, en torno a Soñar y escribir lo femenino. Lo dictó una profesora de España, Marta Segarra.




A Hélene la había conocido gracias a mi amiga Daniela, por un libro precioso que escriben en tándem con Derrida, su gran amigo y lector, llamado Velos. Una delicia, también, como objeto libro.



Ahora encuentro lecturas nuevas de ella. Y la alegría de los lazos entre autores y artistas que me han conmovido y me conmueven. Un oasis entre tanta obra oportunista, tanta mercancía al gusto de consumidores fast-readers, tanta idea de que escribir no implica una puesta del cuerpo hacia el vacío, un riesgo y una aventura permanentes...





Va un parrafito, entonces, de su ensayo "El último cuadro o el retrato de Dios" (1983), incluido en Deseo de escritura:




"Pintar y escribir, es esto, es esperar absolutamente, es lo que podríamos llamar: La Vida Girasol, para tomar una imagen de Van Gogh o de Clarice Lispector:
´Casi todas las vidas son pequeñas. Lo que agranda una vida, es la vida interior, son los pensamientos, son las sensaciones, son las esperanzas inútiles... La esperanza es como un girasol que a la ventura gira en dirección del sol. Pero no es ´a la ventura´.

Lo que agranda la vida de una persona, son los sueños imposibles, los deseos irrealizables. El que todavía no se ha realizado. Y son tan fuertes esas esperanzas esos deseos que a veces nos caemos, y cuando la persona se cae, ve, está de nuevo girada hacia el sol inaccesible. Por qué la flor tiene un perfume que no es para alguien y para nada...



Como la esperanza. La esperanza aspira a la esperanza propia".


17.10.08

Deberes

Óleo de Andrew Wyeth

he debido arreglar la chimenea y sin embargo
el humo le ha dado una cierta entidad a las paredes

las distrae el detalle
de algún adorno incaico
que trajo algún amigo de algún viaje

he debido limpiar un poco este desorden lo sé

sucede que me gusta
la fauna que crece en los resquicios
del pan amohosado

la generación voraz de su
alimento.

10.10.08

De la A a la Z: barthes



barthes.

¡Pero yo nunca me he parecido a eso! -¿Cómo lo sabe usted? ¿qué es ese “usted” al que usted se parecería o no? ¿dónde tomarlo? ¿Cuál sería el patrón morfológico o expresivo? ¿Dónde está su cuerpo de verdad? Usted es el único que no podrá nunca verse más que en imagen, usted nunca ve sus propios ojos a no ser que estén embrutecidos por la mirada que posan en el espejo o en el objetivo de la cámara (me interesaría sólo ver mis ojos cuando te miran); aún y sobre todo respecto a su propio cuerpo, usted está condenado al imaginario.



R.B.: en Roland Barthes por Roland Barthes

2.10.08

El silencio


"El silencio no se puede cuantificar, pero yo me doy cuenta cuando un poema está rodeado de su silencio, cuando está con su silencio justo. El silencio es como el líquido amniótico para los bebés, por eso, si un poema no está rodeado de silencio, no veo que pueda ser interesante y que pueda ganarse un cierto tiempo." dice hoy en La Voz del Interior, entrevistado por Gustavo Pablos, Arnaldo Calveyra, uno de los mayores poetas argentinos (y dramaturgo, y novelista, y cuentista...).

Ahora la editorial Adriana Hidalgo ha publicado su Poesía reunida. Nació en Entre Ríos (¡qué gran provincia, matriz de artistas tan fecundos!) pero vive desde hace casi medio siglo en Francia.

21.9.08

De la A a la Z: ars erótica

ars erotica.

Un buen amante se conducirá con elegancia tanto en la oscuridad como en cualquier otro momento. Se deslizará de la cama con una mirada de consternación. Cuando la mujer le suplique: “Vete, amigo, está aclarando. Nadie debe verte aquí”, él lanzará un hondo suspiro revelador de que la noche no ha sido suficientemente larga y que abandonar a su dama lo hace sufrir. Ya de pie, no se vestirá de inmediato, sino que acercándosele a su amada le susurrará todo lo que ha quedado sin decir durante la noche. Incluso ya vestido, se demorará ajustándose el cinturón con gestos lánguidos. Luego levantará la celosía y permanecerá con su dama de pie junto a la puerta, diciendo cuánto lamenta la llegada del día que los apartará, y huirá. Verlo partir en ese momento será para ella uno de sus más deliciosos recuerdos.

Libro de la almohada. Sei Shonagon. (Japón, siglo X).


La editorial Adriana Hidalgo rescató hace pocos años los apuntes íntimos de esta cortesana japonesa de exquisita complejidad. Irónica, liberal, curiosa, decidida, mundana... fue una verdadera excepción para esos tiempos, para esa cultura, para su propia clase.





16.9.08

Bolivia, sombra de buitres escribió tu historia



Son días en que el hermano país se desangra. Un pueblo aguerrido, con una enorme historia y cultura. Entre el Altiplano y la selva: sus dos tensiones. Anduve por allí en los días del referendum, en el Festival Internacional de Música Barroca, evento que se realiza cada dos años en la región chiquitana, en provincia de Santa Cruz, donde dejaron su impronta los jesuitas. Asiste gente de todo el mundo. Además de la música, hay una antigua tradición de ebanistas; son verdaderamente prodigiosos.
Recuerdo vivo de estos días, pero también de un compañero que se fue, el periodista Carlos Martínez. Hace unos cinco años, conversando con él sobre las luchas bolivianas por defender la soberanía de sus gasoductos, me habló de otra gran tradición boliviana: la de sus poetas y ensayistas. Y me transcribió las líneas que transcribo a mi vez, recordando a ese país que sufre, tan hermoso e intensamente latinomericano.
Y a Carlos, in memoriam.
TERCIANA MUDA
I
Chaco,
infierno pálido y lejano
que te aproximas a mi lámpara:
quiero hallar
tu corazón absorto bajo el beso del polvo
o tal vez muerto
en la alambrada de una lluvia negra.
Tu paisaje incurable es una tarde plana
en que giraba el disco
de moscas que rezaban un réquiem azul-verde
por los hombres y animales muertos
bajo la corona de espinas
de tu arboleda enferma con terciana muda.
Olor a degüello, a gasolina
y alguna vez también
el santo olor del guayacán
quemaba sueños del trasmundo
hacia donde se arrastran tus picadas.
Tu llanura... erupción cutánea de tuscales,
espectros de una sed
dilatada hasta la blanca sed de tu horizonte,
cuando tu enigma con jaqueca
dormía al sol del pajonal.
(Todo dormía en ti. Sólo la Muerte
despierta nos miraba
con el ojo tuerto de la Breno...).
La sinfonía de tus montes
yacía muerta en brazos
de tus colores amarillos,
¡oh calavera de un verde proyecto
vegetal!
talado tu destino por sequías
humanizarte no pudieron los caminos
arrugados y eternos
cual tus hembras: la Sed y la Distancia.
Chaco, país insepulto,
torna sedienta
después de siglos tu alma que se extravió en el monte,
tu alma,
espejo del agua que no existe
en el fondo de tus jornadas que acaban sin recuerdo.
Monstruo que ibas a no sé donde,
siempre al lado del camión,
plomizo, soñoliento, siniestro y melancólico,
ya no te irás jamás de nuestro canto.
II
Trae la brújula, hermano muerto,
y orienta el Chaco hacia la Vida.
Chaco:
te contemplo en el atlas de mis sueños
a mi patria clavado como un cardo,
aunque florezca el cardo,
porque los indios desterrados de los Andes,
caídos debajo de tus árboles
en un otoño de uniformes,
con sangre lo regaron.
En la página blanca de tu arena
sombra de buitres escribió tu historia...
Y fuiste del Demonio por monedas rojas.
Un batallón de espectros zapadores
fundió sangre
en los altos hornos de tu ocaso.
Te araron gritos y cañones,
florecieron tus rosas: las heridas,
maduraron tus frutos: las granadas,
¡oh jardín de suplicios!...
Ya está acabado tu paisaje,
ya tienes esqueletos de soldados
bajo los esqueletos de tus árboles...
Ahora eres patria, Chaco,
de los muertos sumidos en tu vientre
en busca del alma que no existe en el fondo de tus pozos.
Enciente el cigarrillo, hermano muerto,
en las pálidas llamas de este infierno.

AUGUSTO CÉSPEDES en "Sangre de mestizos"

11.9.08

Antes del 11S


Estuve allí, hace siete años. Habíamos ganado una beca de idiomas con tres compañeros del diario. Partimos con avidez de mundo. Pasamos días inolvidables, felizmente agotadores. Cursábamos en un colledge del Bronx, junto a extranjeros italianos, chinos, coreanos, japoneses, brasileros, portorriqueños, venezolanos... y sigue la lista. Los cuatro habíamos superado hacía tiempo la veintena, pero nos sentíamos de veinte. Nos dimos gustos: una noche en Blue Note escuchando al increíble Al Di Meola, quien dedicó una versión de Otoño Porteño de Astor "a los argentinos de la barra" o sea, a los bullangueros que tomábamos Coronas y aplaudíamos con fanatismo, y nos reíamos de nuestro errático spanglish: Angel, Virginia, Pablo y quien escribe estas líneas. Broadway y un clásico musical: Chicago. Los increíbles Stomp en el Village. Comida mexicana y española. Pizzas en el local de un argentino. Largas caminatas por Brooklyn, cruces por el puente. Mucha cerveza. Misa gospel en Harlem. Comida africana (con secuelas estomacales poco recomendables). Almuerzo en Chinatown y té con masitas en Little Italy. Sesiones de mate a la vuelta de nuestras correrías y en vísperas de los parciales. Una escapada a Washington y Boston. Paseos por el Central Park. Confidencias. Risas. Mucho mail a los amigos y parientes de esta orilla.

Yo me regalé una semana más al finalizar el curso.

Me instalé a dos cuadras de un Barnes and Noble, una de las cadenas de librerías más importantes de N.Y. Así que la visitaba seguido. Me junté a almorzar en Brooklyn con un amigo de Córdoba que enseña literatura en la Universidad de N.Y. Comimos comida Tai en un lugar precioso. Yo, con mi Nikkon flamante (que después me robaron, pero esa es otra historia), quería traerme todo lo que abarcaran mis ojos... y más. Gabi me dijo: Seguramente sacaste fotos de la silueta de Manhattan. Ufff! le contesté yo. Pero seguro que no desde todos los puntos de vista... insinuó él. Yo lo miré intrigada. Entonces me llevó a un basural y desde allí, tomé la foto que acompaña este post.

Arroz a la cubana


“Un día, en medio de un camino, vi en un espejo la figura de mi padre. Alcé la mano para saludarlo en medio de la fascinación de lo imposible, y observé que esa mano me saludaba a mí mismo. Un día encuentras, siempre, la mirada que perdiste. “


Juan Cruz Ruiz


Me despertaban los olores: a caramelo frito, a cebolla rehogándose. Olores que no eran para la mañana. Después venían los sonidos: de un motor, de una danza de partículas contra el plástico duro; del chisporroteo del líquido hirviendo; del metal contra el metal y el rumor apagado que bullía entre ambos. Sonidos amigables de una comida hipercalórica que se reservaba para ocasiones especiales del invierno argentino, aunque su origen fuera tropical.
Cuando ya habían sido consumados los trámites de un desayuno escueto, llegaban los colores con sus formas: el bordó espeso de los porotos en salsa, el dorado de la banana en milanesa, el naranja del huevo que no debía rasgarse, el tiza irisado del arroz, el beige con vetas rosas y cobrizas del cerdo.
Los alimentos se presentaban al plato. La cocinera disponía en un extremo de la porcelana la banana y, dentro de su concavidad, la porción de arroz extraída de pequeños moldes. En el extremo opuesto, la costeleta y la salsa bordó a un lado de la carne. Del otro, el huevo con su corola intacta. En el medio, la fila de porotos sin licuar.
Unos mezclaban los porotos con el arroz, la banana con el cerdo, la salsa con la carne y la banana o el arroz con la banana...
Otros preferían saborear cada pieza por separado.
Los niños solíamos ser quisquillosos con el cerdo y ávidos con el arroz.
Sólo el arroz y los porotos admitían una segunda y hasta una tercera vuelta.
Lo demás era ración discreta.
Una reminiscencia agridulce. Sabor / saber de mi memoria familiar, sin aderezos ni especias.

1.9.08

Herencias


Hoy mi amiga Ross me regaló un saquito tejido por ella. Era su primera aventura con el crochet: combina elegantemente el azul, el negro y el turquesa: colores marinos, en las diversas estaciones del mar, de un mar nocturno. Fue una bella caricia para mí, gracias Ross.

Yo también tejo. El tejido es parte de una costumbre que me transmitieron de generación en generación. Mi abuela era, además de una bordadora estupenda, una gran tejedora. Mi tía lo es. Mi hermana teje también. Y mi madre, que me enseñó a disfrutar de ese oficio casi zen de combinar puntos y lazadas.

Yo había dejado esa práctica, durante años.

Y cuando los temas por exclusión parecían agotarse en las enfermedades y las preocupaciones económicas, se me ocurrió que ese ejercicio silencioso podía volver a vincularnos, de otro modo, o el de otro tiempo juntas: cuando las enfermedades y las preocupaciones no nos impedían disfrutar. Entonces tejimos a cuatro manos una bufanda larguísima y multicolor a mi sobrina Camila. Ella hacía los cuadrados en punto Santa Clara y yo los cuadrados en crochet. Después fue unir las partes, hacer el remallado y colocarle los flecos. Mi madre tiene graves problemas de visión. Así que es un esfuerzo para ella, todo un desafío el tejido. También, una motivación.

Ayer le dimos a Camila su regalo, junto con una lapicera con su nombre grabado en ella. Hubiera querido tener una cámara de fotos para registrar el momento de su sonrisa luminosa e inocente.

Pienso en esta herencia elegida, tan sencilla tarea de hacer con las manos una prenda para abrigar y lucir. Tan femenina. Que podemos brindar a otros, una manera de brindar afecto.

Escribir no es algo tan diferente a esa actividad. Unimos puntos, tramas, enlazamos historias, le ponemos colores, combinamos... A veces se nos salen los puntos de la aguja y hay que tener la paciencia de rescatarlos y volver a empezar. Corregir y corregir... La tensión de las lazadas difiere según la tejedora (y su ánimo, muchas veces, aunque en general hay cierta tendencia a tejer más apretado o más suelto) y el ritmo y la velocidad que cada una le imprime a lo suyo. Nuestra factura dependerá asimismo del grosor de los hilos o lanas, y el de las agujas que destinamos para cada trabajo.

Como sea, para nosotras es una manera de comunicarnos.

Y entre lazada y lazada, recordamos personas / personajes de nuestra novela íntima, y transformamos sus historias en algo nuevo, listo para estrenar. Una nueva sintaxis para esa fuente inagotable de relatos que es la vida.

26.8.08

Una historia de amor


Esa mañana antes de encontrarlo en el bar se había cortado las uñas y arrancado los dos pelos oscuros del entrecejo con la pinza. Se había puesto su único vestido de jersey estampado y hecho alisar la mata abundante y negra que le nacía cerca de las pestañas. Delineado los párpados estilo Nefertitis. Entonces hace lo que toda mujer bien femenina debe hacer en su primera cita: llegar tarde y disculparse con una excusa banal.
-Es que en la peluquería estaban a full.

Siguiendo con el plan, ella le cuenta los pormenores de su odisea en taxi mientras revuelve el líquido oscuro y espumante de la taza, y él sin mirarla escribe con velocidad taquigráfica sus dichos, en una libreta de tapas rojas.
Y de pronto la mira, como si descubriera el detalle, o a ella le parece, o quisiera creer que hubiera sido así. Frase inconclusa, birome en alto. Le mira el tercer ojo, el punto de equilibrio donde debieran haber estado los pelos que quitó de un tirón frente al espejo del baño, después de ducharse.
Uy, se dio cuenta, piensa ella. Qué momento.

Ella toma dos sorbos de café y tose un poco. Él ha vuelto a escribir. Entonces, no se trata solamente de lo que dice.
Quizás anote esa falta que disfraza su coquetería. Quizás el gesto tan suyo de fruncir la nariz y alzarla un poco para otear el contexto. Ella quiere creer que él toma registro de esas actitudes tan suyas.

Él levanta la vista del papel y se queda esperando, otra vez, la palabra de ella.
Pero ella no dice nada. No sabe qué decir. Entonces es él quien toma la iniciativa, y con voz grave, la voz más profunda que ella haya conocido jamás, le explica: que necesita leer lo que escucha para fijarlo. Que es un método de selección que lo preserva del dolor. Que no lo hace por desprecio de las palabras de otros, sino por una sobrecapacidad de nacimiento. Que escribir lo ayuda a no enloquecer del todo.
Y como si revelara una secreta vergüenza personal, agrega:
-Mi oído… es absoluto.

Ella ve su mirada de lobo estepario. Todo su cuerpo se estremece de alegría.
No sabe cómo explicárselo. Busca su mano, pero no puede llegar. Sésamo no se abre.
-No, no vas a poder –dice él. Ninguna pudo antes.
Ella le huele el cansancio entre los poros.
-No importa –dice ella.
-Sí que importa –dice él. Estoy harto de sentirme solo.
-No importa, de verdad. Podemos mirarnos.


10.8.08

Feliz día, ardillita




sana manana (canción de cuna para Emanuel)

el señor Wani se ha caído otra vez no aprende nunca la lección
y eso que cada noche cada noche


esquirlas de tiza
en el parquet
en las paredes sobre la mesa
el macetero el respaldar la sábana el jabón la esponja
del conejo sin orejas los sillones ballena la tetera el manubrio de la bici la nariz de Wani el oso Ofo las uñas el jilguero el camión la playa de estacionamiento los azulejos el pasillo el chiflete colándose por debajo de la alfombra el frío la mañana la colcha las nubes de algodón el acuario sintético
los borraré
con escofina limzul caléndula agua destilada

para que todo huya
para que nada grite

mami mamen manana
nana que sana sana


el niño duerme con la boca abierta
deja su baba el rastro
de caracol sin techo
lo escoltan animales de otra casa
dinosaurios domésticos
metamorfosis de abeja en hombre mosca

angelitos de un cielo crédulo lo ven despabilarse
junto a las bestias negras del castillo

nana que sana sana
si no sana hoy


a mis espaldas crece la
madrépora

vidu vidurri meu
somebody body buddy to love

voy de tu mano por el trópico
de mi infancia arborescente y sola
danzo con vos dos pisos más arriba de la fiesta a la que no nos invitaron
extranjeros de todo
voy con tus ojos de paseo por las casas más pobres
de tu escenografía
la cigarra en hot pant la hormiga con muletas

voy con tu risa
ícaro memeu cuando vacilo


ojo de buey sin horizonte sin
algodón de miel sobre el párpado hinchado
tumulto que nunca cesa de abrumarse sobre el mismo pliegue que secreta

mamen mamana puedo llamarte hada madrina
¿puedo mami?
sana madrana lada
sino sana manana
mamana sanará.

9.8.08

Escribir


"No disimular nada ni ocultar nada, escribir sobre las cosas más
cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad; escribir sobre mi
torpeza sexual, el sufrimiento de Tántalo, la magnitud de mi
desaliento -creo entreverlo en sueños-, mi desesperación.
Escribir sobre los necios sufrimientos de la angustia, la
renovación de nuestras fuerzas cuando aquellos pasan; escribir
sobre la penosa búsqueda del yo, amenazado por un extraño
en correos, un rostro apenas entrevisto en la ventanilla de un
tren; escribir sobre los continentes y las poblaciones de
nuestros sueños; sobre el amor y la muerte, el bien y el mal,
el fin del mundo."
JOHN CHEEVER ("Diarios")

Anfitriones




Anoche, en un hogar con chimenea de verdad -de verdad es decir con leños de verdad, enorme en el medio de la sala, hospitalaria- cenamos fideos amasados por el anfitrión, Manuel, uno de los más extraordinarios dibujantes que ha dado esta ciudad poderosa y mezquina, persona sensible, amante de su prole numerosa y de diversas edades, mezcla de tano con inglés. Y su mujer, Angélica, de una belleza que los años han acentuado, hermosísima, dulce y firme mujer.
Manuel tocó el acordeón, una de sus pasiones: valses, polcas, tangos, chamamés... A esa altura de la noche, todos sin excepción, habíamos consumido al menos dos raciones de pasta con salsa de cordero -cortado a cuchilla, tutto fato in la sua casa-, degustado un café exquisito -para el que también hubo una segunda y hasta una tercera vuelta en algún caso-, acompañándolo con unos bombones de naranjitas bañadas en chocolate, tomado mucho vino, reído mucho mucho, cantado -una manera generosa de decirlo- los fragmentos de las canciones que se iban hilvanando, como sin tiempo todo, tan a gusto en esto de estar sin tiempo entre los afectos.
Qué delicia...
Gracias amigos.

7.8.08

Cosas que encuentro por ahí...


... navegando un poco, buscando algo sobre Milita Molina, una escritora medio secreta que no escribe para ser entendida, así se comenta (Cangi, Kohan, Germán García) que reivindica como padre literario a Lamborghini (Osvaldo) ese vigor deleuziano, lo (la) ando buscando, ando buscando esas intensidades, y bueno, encuentro en el blog de un santafesino (se llama Literal, la entrada es de hace 3 años) tipeando a Milita esto de Niesztche (siempre lo escribo mal):


"Tengo miedo de cacarear, insiste Nietzsche en su correspondencia. Era un hombre tímido avergonzado de tener que mostrarlo en su propio espejo. "¿A qué decir tan alto y con tanto calor lo que somos, lo que queremos y lo que no queremos? —enfatiza en el prólogo de "Aurora". Meditémoslo más fría y serenamente, digámoslo como si habláramos con nosotros mismos, tan bajo que el mundo no lo oiga, que no nos oiga".


Entonces ¿por qué un blog? Uy...





19.5.08

Mirar



Este grabado pertenece a mi Libro de ojos. Acompaña un texto inspirado en la vida de una reportera gráfica, que estuvo involucrada en los más horribles enfrentamientos de fines del siglo XX. Después de Colombia y los Balcanes, hizo pie en Africa. Fotografió las masacres de Soweto y el hambre de Etiopía. También elefantes, y mujeres llevando bultos sobre la cabeza. Y árboles, y cielos. Y niños. Y miradas fuertes, donde el horizonte somos nosotros.
¿Por qué no empezar la vida de este blog invocando a Corinne Dufka?