17.9.10

Sombras, nada más...


 
just shadows in the sand...


Los náufragos



Envuelta en una bruma galesa, ella lo mira debatirse. Le sale un resto de la cola de pescado por el borde de la enagua que disimula el cortejo y su recuerdo.
¡No hay futuro aquí! le grita, desde el acantilado.
¡No te empecines! vocifera.
Pero es inútil: por más que abre la boca, a sus palabras se las lleva el viento. Y la tormenta. Y el rugido de las aguas que extraviaron a Ulises.
Deshilacha el vestido y sacude los harapos en señal de rendición. Pero él no advierte sus gestos, está demasiado ocupado en mantenerse a flote en medio de las olas.
Así lo ve llegar exhausto, hasta su mano.

Faena

Pinar del Río, Calamuchita, Semana Santa de 2010.

8.9.10

El nombre del padre


Rodolfo Fogwill, in memoriam (1941 - 2010)

La muerte según FogwillPor Vera Fogwill

Cuando casi adolescente empecé a escribir, nada casualmente Fogwill se quitó el Rodolfo Enrique y el Quique y pasó a ser, no sé cómo, sólo Fogwill para todos, incluso para mí. Una manera egocéntrica de saber que todo le pertenecía a él. Incluso los Fogwilles de Devon en su sangre y toda raza o estirpe menor que le sucediera. A mí me queda pensar si podré seguir siendo Fogwill, más allá del absurdo título de condesa que heredé. Si debo firmar simplemente así, como hubiese querido él, o debo cambiarme el nombre definitivamente por el seudónimo literario con el que desde hace años escribo.
Ser la hija de Fogwill es como el poema que escribí el otro día sobre Borges que titulé “Las pobres hijas de Borges”, en alusión a lo que no tuvo y a lo que, si hubiera tenido –una hija que escriba–, le habríamos dicho todos: “Pobre hija de...”. Es intentar ser actor siendo hijo de Vittorio Gassman, intentar hacer cine siendo hijo de Ozu, intentar ser meditativo siendo el hijo de Osho, intentar ser persona siendo el hijo de un animal.



4.9.10

"Detesto las grandes certidumbres"


La excelente escritora Luisa Valenzuela -exiliada varios años en Estados Unidos, hija de otra conocida escritora, Luisa Mercedes Levinson, amiga dilecta de Susan Sontag y actualmente radicada en el barrio porteño de Belgrano- fue entrevistada por ADN Nación en ocasión del lanzamiento de su última novela "El Mañana".
Reproduzco los fragmentos de la charla que me parecieron más interesantes (aunque toda la entrevista lo es). Se puede leer completa aquí.

"La mirada de la mujer es interesante porque se produce desde otro lugar. Así como ahora el erotismo en la literatura femenina está aceptado, la cuestión política sigue siendo tomada con pies de plomo. No en el periodismo de investigación, pero sí en la literatura. El periodismo pone las cosas en claro, en cambio, en la literatura se producen aguas mezcladas, medios tonos, insinuaciones de cosas que no son visibles pero están; puede calar más hondo en un sentido más inquietante. Creo que las mujeres trabajan con habilidad esa zona desde hace mucho tiempo: ya está en Virginia Woolf o Clarice Lispector. En el presente también hay escritoras que lo hacen muy bien. Hay algunas narradoras jóvenes que me interesan, como Pola Oloixarac y Samanta Schweblin. También otras mujeres, más grandes, como Susana Romano y Susana Cella, tienen unos libros políticos extraños, que trabajan el lenguaje desde lugares muy particulares, y no se las reconoce mucho.
-La novela comienza con un acto de represión, el encierro de las escritoras, pero nunca queda del todo en claro el motivo de la censura. Se sugiere que las escritoras han descubierto un secreto en el lenguaje, pero ni ellas mismas saben de qué se trata. ¿Por qué decidió mantener oculta la causa de su persecución?-El secreto es uno de los temas que me gusta explorar. Detesto las grandes certidumbres. Sólo quienes quieren tener el poder dicen ser dueños de la verdad. La verdad es multifacética y el hombre no puede conocer todas sus caras. El secreto va mucho más allá, porque se funda en el misterio del lenguaje, del que hablé en mi libro de ensayos Escritura y secreto . El secreto no puede ser develado; una vez que se conoce, deja de existir. Hay otro misterio que se esconde dentro de ése y nunca se llega al origen. Recuerdo que, cuando tenía un taller de escritura en inglés, en Estados Unidos, les señalaba a los alumnos, con una mirada muy latinoamericana, cosas que aparecían en sus relatos. Cuando les mostraba alguna relación oculta entre sus personajes y ellos me preguntaban si debían explicitarla, yo les decía siempre que no. Mi consejo era que lo contornearan y siguieran adelante, porque ellos ya sabían lo que ocurría entre líneas. No hay que matar el secreto porque permite ver por qué surgió eso y cómo se va desarrollando. Pero sólo se logra conservando lo no sabido."


(La gráfica corresponde a un cuadro del artista Carlos Alonso que ilustró la tapa de una de las ediciones de "Cambio de armas" de L. Valenzuela)