24.7.11

Interior


Teatro de guiñol, 1923, Paul Klee.



y descarnarme sobre las flores rústicas


que brotan en cada estación del ojo

y ocultarme de la actitud del sauce

para morir


en el salto del pez que atrapa nubes díscolas

en el delirio lejano de la vaca detrás de la enramada

en cada gota impalpable del rocío


metamorfosis de la piedra en árida quietud.

8.7.11

Flaneurs




En el casco histórico de Quito, este verano. La calle (La Ronda) se despliega sinuosa y pródiga a pequeños restaurantes y bares en lo que fuera la zona bohemia de la capital ecuatoriana. Después de la medianoche se abren las cantinas con ofertas de karaoke y salsa. Cenamos tempranito para zafar del bullicio y aparece un dúo de musiqueros terciando alguna típica con un bolero _Manzanero for ever and for export_ para los turistas.
Es imposible ya pensar un mundo que no esté preparado para los que andamos de paso. El efecto es paradójico: viajamos para conocer y nuestros anfitriones intentan que nos sintamos "como en casa".
Esto me hace pensar en Benjamin y su "Infancia en Berlín hacia 1900", un texto escrito con los nazis pisándole los talones, en el que evoca y reconstruye la ciudad como un flaneur de su propia memoria. ¡Esos son viajes!