12.11.12

Lectores liebrescos


Los amigos del Club de Lectura Las Liebres, que funciona todos los miércoles a la tarde en la hermosa casa de Nueva  Córdoba que alberga al Instituto Goethe, resumieron con las palabras que siguen un encuentro sensible y profundo al que fui invitada como escritora.
Pocas veces se tiene la oportunidad de asistir al nivel de preguntas y la calidad de diálogo que entablamos esa tarde de octubre, con Liza Daveloza, Pablo Brega y Lucía Malvido, al que se sumaron lectores habitués del club y mis amigos escritores, Rosanna Nelli y Carlos Garro Aguilar, y por supuesto, mi compañero Ricardo Sarnago, que me banca en todas.
Un recorrido en el tiempo y tempo de las historias familiares, las búsquedas, las pasiones que han orientado una vocación felizmente temprana. Los viajes, la experimentación de distintos lenguajes artísticos, la marca de la extranjería, la impronta de la formación académica, la política...
Se vive en el presente de lo escrito, entonces muchas veces perdemos perspectiva del camino recorrido.
Me sorprendí descubriendo abordajes que no había pensado. Siendo descubierta en ellos, una escritura mía.
Y en los hilvanes que trazan las lecturas que llegaron para quedarse.

Aquí, la síntesis:


Hoy recibimos la visita de Andrea Guiu en la madriguera de Las liebres. Fue un hermoso encuentro y agradecemos a todos los que asistieron, así como a la autora por compartir con nosotros su obra, sus impresiones e inquietudes: fue un gusto conocerte.

Algunos de los autores y obras que saltaron en la conversación fueron:

Constantino Kavafis y su famoso poema El viaje a Itaca.
El poema épico La Od
isea, de Homero.
La novela Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier.
El cuento El matadero, de Esteban Echeverría.
La obra del filósofo Jacques Derrida.
La obra narrativa de Julio Verne.
La obra de Macedonio Fernández, Rodolfo Walsh, Abelardo Castillo, Ricardo Piglia, Witold Gombrowicz, y los escritores en lengua inglesa Claire Keegan, Margaret Atwood, Tristan Egolf.
La novela La pasión según G.H., de Clarice Lispector.

Se mencionó el trabajo de los grandes dibujantes argentinos como Alberto Breccia y El Tomi Müller.
También se habló de los filmes Un año con trece lunas, de Rainer Fassbinder y Figuras de guerra, de Sylvain George.

Conversamos acerca de la peripecia, la marca que deja el camino en quien lo recorre, la relación que esta suerte de estructura narrativa tiene con el proceso creativo. De cómo el arquetipo asiste a la creación, como una forma sucesiva y recurrente, casi como si -en vez de caracteres- las historias empapelaran los roles susceptibles de darse a los actores.
Hablamos de la familia, la transmisión, la herencia. Cómo el lenguaje y la voz propia de un autor, su estilo, está atravesado también por lo o los que estuvieron antes en el tiempo.

Sobre la experiencia de escribir, investigar, editar y trabajar en grupo, del trabajo de Andrea en la revista Tramas -para leer la literatura argentina-.

Una vez más nos encontramos conversando sobre la guerra, sobre la muerte, la emigración y el retorno, las armas. Sobre la naturaleza de la obra creativa y si ésta existe como principio, medio o fin. Sobre la cualidad opaca del lenguaje. Sobre la lectura en voz alta como una especie de instrumento de comprensión orgánico. Sobre el placer de reunirnos en torno a ella.

Enhorabuena >:B

8.9.12

Las cartas de los difuntos


Las cartas de los difuntos

Leemos las cartas de los difuntos como impotentes
dioses,
pero dioses a fin de cuentas porque conocemos las fechas
posteriores.
Sabemos qué dinero no ha sido devuelto.
Con quién se casaron rápidamente las viudas.
Pobres difuntos, inocentes difuntos,
engañados, falibles, ineptamente precavidos.
Vemos los gestos y las señas que hacen a sus espaldas.
Cazamos con el oído el rumor de los testamentos rotos.
Están sentados frente a nosotros, ridículos, como en
panecillos con mantequilla,
o se echan a correr tras los sombreros que vuelan de sus cabezas.
Su mal gusto, Napoleón, el vapor y la electricidad,
sus mortales curas para enfermedades curables,
el insensato Apocalipsis según San Juan,
el falso paraíso en la tierra según Juan Jacobo...
Observamos en silencio sus peones en el tablero,
sólo que tres casillas más allá.
Todo lo previsto por ellos salió de una manera totalmente
diferente,
o un poco diferente, es decir, también totalmente diferente.
Los más diligentes nos miran ingenuamente a los ojos,
porque hacían cuenta de que encontrarían en ellos la
perfección.

Wislawa Szymborska
(en "Poesía no completa" FCE)


19.8.12

Cartografiar la memoria: el viaje de los ancestros




“Te pido, ¡oh Musa!, hablarme de aquel hombre ingenioso,
quien luego de asolar la ciudad de Troya visitó otras muchas,
conociendo el espíritu de los hombres: de aquel que sobre los mares pasó tantas fatigas…”
Odisea. (Canto I, Homero)


Del mar barroso en el confín remoto del sur al barro plateado por la luna del río-mar capitalino.  Del mar de Ulises al de la isla en peso, evocando el poema del cubano Virgilio Piñera sobre la tierra que hizo historia en el Caribe, y de la cual son parte de mis raíces.
Pues lo familiar se entrevera entre los mapas del cartógrafo, superponiendo fronteras y temporalidades. En una tierra aluvional como la nuestra, las memorias suscitan alianzas genealógicas.  Pero no sólo eso: hay intercambios, comercios.  Los que venimos de quienes vinieron en los barcos, portamos en nuestros genes el síndrome de Ulises. Sólo que Itaca (el hogar, el reino) pertenece al pasado, y al pasado no se lo puede habitar.   ¿Cómo elaborar un mapa de la utopía? En otras palabras ¿adónde regresar?
Y aun, utopía para quiénes. La Tierra prometida es acá y allá, con sus exilios, sus viajes a la semilla, nunca yéndonos del todo, nunca volviendo definitivamente.

“Debo apurar mi carta/ mañana irán en barco a beber de Linares sus óleos y sus vinos/ al fondo del cubil prensadas uvas negras/ por las muchachas que éramos/ los hijos//
¿recuerdas?/ ¿la sangre mora casi al trepar las faldas/ de los primeros arreboles?/ nos tomaba la ronda todo el día/ Guernica estaba lejos/ por los cabellos azulaba la sombra de la parra/ el mar no estaba…”
  ("Lagrimal Linares", en Libro de ojos)

Hijos de los que fueron, cartógrafos del tiempo. Cartografiar el mar es trazar los mapas del transcurso, que algunos llaman Deseo. Y si hubiera utopía, la utopía está allí, en esas aguas, en sus peligros, en su vastedad, que es decir: en su Promesa. 

“sueño con serpientes de mar y toda clase de cíclopes / al acecho/ te sueño mar de fondo/ humana demasiado humana/ tu odisea sin juicio./…/ nado entre fauces/ aunque no temo al tiburón/ espero a moby”… (De Odiseas, (inédito).

1.8.12

Ungida



"Pubertad” de Edvard Munch.

Tensa la piel al aire. Ella no sabe impostar.

Crisálida pobre, será de la tierra menos al vuelo que
a su sombra.

Porción de sexo entre las nalgas ásperas. Sólo un detalle
oscuro del cuerpo que adolece sin desear.

Desborda el marco la blancura exhausta.
Pero es lo de menos: en cambio, no se puede sino mirar
el brillo neutro de esos ojos, los lagrimales secos.
A dónde, a quién.

Niña, ese cabello a torrentes. Ella jamás se peina
y a su madre no le gusta ese muchacho
con aspecto de tísico y los dedos inmundos de color.

Nadie promete la inmortalidad.

Sin embargo, una tarde tras otra, ella se muere de frío.

Ungida, con las manos cruzadas, como si no supiera nada.
Tan natural, como su destino hacia unas manos que
no pintan.

Si lo supiera, podría gritar.

20.7.12

Pelos





Tiene poco más de cincuenta años, el marido y los hijos militan en La Cámpora, pero ella se declara  comunista a muerte.  No leyó a Marx; pero bien sabe su carne de qué se  tratan la explotación laboral, el patriarcado y la lucha de clases. Lo sabe porque desde chica friega la basura ajena.
Posee una única gracia: su larga cabellera, contenida en una prolija trenza.

Un día llega fuera de programa a traerme un encargo de costura.  Su aspecto ha cambiado por completo: parece una adolescente.  Le divierte mi asombro.

Me cuenta que la tarde del gran salto había discutido amargamente con su marido y su hija. Que se fue de la casa a ventilar su furor. Que decidió visitar a su mejor amiga y no la encontró. Que recorrió cuadras desconocidas hasta toparse con el aviso de la vidriera: “Compro pelo para pelucas”. Sobre las cabezas inalterables las había rubias y rojizas, pero ninguna oscura.  Miró el reflejo de su rostro despejado y sintió la fuerte presión del cabello tirante en la nuca. Antes de entrar, soltó las amarras que lo apresaban.   Era la hora del almuerzo y el peluquero estaba solo.
¿Cuánto me paga por esto? le preguntó, sin vueltas,  enarbolando su mata salvaje y densa. 250,  dijo él. Hecho, le respondió ella.  Y se entregó al obrar de esas manos desconocidas.

Era la primera vez que alguien le lavaba el cabello desde que era niña. Su madre tenía poca paciencia a la hora de desenredarlo. Cuando asomaba a la pubertad,  su hermana dispuso sin su permiso venderlo, la rapó y se quedó con la ganancia. Con mi pelo no se mete nadie, nunca más, se juró la ultrajada, mientras lloraba de  impotencia. Hasta ese día.

Sobre las baldosas blancas, mechones de penas y sueños rotos por fin la abandonaban.
Había alcanzado la libertad, pero ¿podría soportarla?
¿Y ahora, qué? le pregunto.  ¿Ahora?  voy una vez por mes para mantener el corte, me contesta,  y se ríe con ganas.



(a la imagen la tomé del blog The Doll Workshop).

5.7.12

Constantin´s Dream, de Patti Smith

Un poema impresionante de la multi-artista Patti Smith contenido en su último disco, Banga, traducido bellamente para nosotros por el escritor Martín Cristal (autor de libros hermosos como su reciente novela Las ostras, entre otros, y factotum del blog de lecturas El pez volador, que les invito a recorrer).



“Constantine’s Dream” en  Banga (2012). Traducción: Martín Cristal.
 _________

EN AREZZO, tuve un sueño
con San Francisco, que se arrodillaba y oraba
por los pájaros y las bestias
y por toda la humanidad

Durante toda la noche me sentí atraída por él
y lo escuché llamar
como un himno distante

Dejé el silencio de mi habitación
bajando las antiguas piedras lavadas con el amanecer
y entré en la basílica que llevaba su nombre
al ver su efigie, bajé la cabeza
y mi corazón acelerado le entregué
a él
me arrodillé y oré
y el descanso que no pude encontrar en la noche
lo encontré a través de él

Vi ante mí el mundo de su mundo
los campos brillantes, pájaros en abundancia,
toda la naturaleza sobre la que él cantó
cantando sobre él,
toda la belleza que lo rodeaba mientras caminaba,
su naturaleza, que era la Naturaleza en sí,
y lo escuché
lo escuché hablar
y los pájaros cantaron dulcemente
y los lobos lamieron sus pies

pero no pude entregarme a él
sentí otra llamada de la basílica en sí misma
la llamada del Arte, la llamada del hombre
y la belleza de ese material me arrastró lejos
y desperté, y contemplé sobre la pared
El Sueño de Constantino

La obra de Piero della Francesca
que estuvo parado donde yo estuve parada
y que con su pincel pintó La Leyenda de la Vera Cruz
y tuvo la visión de Constantino,
avanzando para encontrarse con el enemigo
pero, mientras cruzaba el río,
un miedo desacostumbrado le aferró las entrañas
una anticipación tan abrumadora que se manifestaba en ondas

Durante toda la noche
un sueño se arrastró hacia él como el avance de una cruzada
durmió en su tienda, en el campo de batalla
mientras sus hombres permanecían de guardia
y un ángel lo despertó
Constantino, dentro de su sueño, despertó
y sus hombres vieron una luz pasar sobre la cara del rey
el rey preocupado
y el ángel vino y le mostró
el signo de la verdadera cruz en el cielo
y sobre él estaba escrito

con este signo vencerás

En la distancia
las tiendas de su ejército estaban iluminadas por la luna
pero otro tipo de radiación iluminaba la cara de Constantino
y en la luz de la mañana
el artista, viendo que su trabajo estaba terminado, vio
que era bueno

con este signo vencerás

Dejó caer su pincel y entró en un sueño propio
y soñó con Constantino, que llevaba a la batalla, en su mano derecha
una única, pura e inmaculada cruz blanca
Piero della Francesca, mientras pintaba la pared con su pincel,
se llenó de sopor
y cayó en un sueño propio
y desde la geometría de su corazón lo planeó todo:
vio surgir al rey, vestido con su armadura,
listo sobre un caballo blanco,
una inmaculada cruz blanca en su mano derecha,
avanzó hacia el enemigo
y la simetría, la perfección de sus matemáticas,
causaron la dispersión del enemigo
¡agitados, rotos!
huyeron

Y Piero della Francesca, despertándose, gritó:
¡Todo es Arte! ¡Todo es Futuro!
Oh, Señor, déjame morir en el reverso de la aventura
con un pincel y un ojo llenos de luz

Pero mientras envejecía
La luz fue esquilada de sus ojos
y cegado, se recostó en su cama
en una mañana de octubre
de 1492
y susurró
Oh, Señor, déjame morir en el reverso de la aventura
Oh, Señor,
déjame morir en el reverso de la aventura
Oh…

Y a un mundo de distancia
(un mundo de distancia)
en tres grandes barcos
la misma Aventura, como para responderle,
va tirando hacia el Nuevo Mundo
y hasta donde sus ojos pueden ver
(ya no están más ciegos)
todo es naturaleza
virgen
hermosa, hermosa
de tal manera que
hubiera elevado el corazón de San Francisco
hasta el reino del amor universal

Colón puso un pie en el nuevo mundo
y atestiguó esa belleza virgen
todas las delicias ofrecidas por Dios
como si el Edén en sí fuera una mujer
que le hubiera abierto su corazón a él
y que hubiera abierto su vestido
y que todos sus frutos
se los hubiera dado a él

Y Colón, tan abrumado
cayó en un sueño propio
y todo el mundo en su sueño
toda la belleza
toda la belleza entrelazada con el futuro
el siglo veintiuno
avanzando como el ángel
avanzando como el ángel
que había venido hasta Constantino
Constantino en su sueño
¡oh, ésta es la cruz que has de cargar!
¡oh, Señor!
¡oh, Señor, déjame llevarle
santificada aventura a toda la humanidad!
y en el futuro
¡oh, Arte!, gritó el pintor
¡oh, Arte, oh, Arte!, gritó el ángel
Arte, el gran regalo material para el hombre
Arte que ha negado
las humildes razones de San Francisco
oh, tú, Artista,
todo se desmoronará en polvo
oh, tú, ¡Navegante!
el terrible final del hombre:
¡éste es tu regalo para la humanidad!
¡ésta es la cruz que has de cargar!

Y Colón vio toda la naturaleza en llamas
la noche apocalíptica
y el sueño
del rey preocupado
disuelto
en luz




1.7.12

Didascalia (apuntes para un teatro de la memoria)







Migrar del personaje (su parlamento, su máscara).
Ser parte del coro, de la platea, de los iluminadores, de los tramoyistas. Confundirse (fundirse con ellos).
Perpetrar el apagón para oscurecer, desdibujar; es propicio, como dicen los chinos en el libro de las mutaciones. Es propicio, estropicio. Estropear la obra, interviniéndola. Sacarla, salirse de libreto. Noche y sonoridad, lo que acontece.
Nadie contesta las preguntas, nadie se traviste, nadie aplaude en la obra que se va haciendo. No hay actos, no hay cierre. El público (que es decir, el actor, el técnico, el director; que es decir, el personaje), puede irse cuando quiera, y volver cuando lo desee. La memoria se presenta como una sucesión de voces en off que intercambian sus roles sin previo aviso.  Se escuchan frases cortas y monosílabos que perviven como residuos atómicos de lo que fue alguna vez la comunicación entre los hombres.
A tientas deambulan, fantasmales, tratando de construir una lengua nueva para los oídos, nacida de la perplejidad y la intemperie.








19.6.12

Belle de jour



A Corinne, una guerrera.

Salta entre los cuerpos y la cámara le golpea el plexo bajo un cielo de furias en zigzag. Con los brazos extendidos, esquiva las balas y cuenta, como le enseñaron, ya no para dormirse, sino para seguir atenta, ciento uno, ciento dos, ciento cuatro. No hay tiempo para el vómito, no hay casi nada más que agitación, un rugir de la sangre por las venas que siente como cables a tierra, aunque el horror esté ahí y ella no pueda ser testigo, nunca pudo, nunca fue suficiente, aunque putee y nadie escuche su grito mezclado con el miedo, entre cada cifra jadeante, entre una inspiración y otra, entre un dolerse de ese olor que cava cuando engulle el aire, tratando de absorber las reservas de lo poco que le deja el vaho de las bombas, y la cabeza pierda el quicio, y siga preguntando lo de siempre: para quién esos fuegos, qué hace allí, metiendo las narices adonde nadie la llamó, buscando entre pertrechos la vida la muerte, revolviendo la carroña, una extranjera, para quién su mirada, a punto de desintegrarse cuando la nube naranja explota a un metro de sus párpados, la pupila a full.

Ha olvidado, ha debido, el lujo de la rosa, de la estación de los cítricos en los baños limpios; el aroma a vainilla que transpira el horno moderado. Y el de las especias con sus noches, cuando el amor y la luna eran sin fondo. Saber es, entre otras cosas, ese olor perdido. Y el sabor que adivina sobre cada desgarro. Que de tan cerca pareciera morder la pulpa pero es fruto maldito. Está escrito en los árboles que no dan reparo. En un espacio de tantos donde habita sin establecerse más que un lapso. Lejos de la oscuridad regulada. Lejos de la alquimia roja. Y de la corrección geométrica, hasta el hallazgo del casi. Casi equilibrado, casi casual, casi dramático. Su primer amante, un acuarelista respetable y afecto al vodka, le había enseñado que a veces basta un detalle de imperfección para llevar donde se quiera al ojo de quien ve.

Ella quiere abrazar el horizonte y ahí va. En el crepúsculo, avista las siluetas. Se cruzan sin verse; podrían confundirse con fantasmas. Las hay de diversas alturas, pero todas delgadas cargando bultos.

En el valle, los hombres les hacen hijos. Fuman, se pintan, danzan. Construyen flechas envenenadas y nunca se persignan, pues son otros sus rituales del temor. Corinne ha leído la biblia, como una buena anglosajona de Connecticut. Cuando dispara no puede rezar. Lo aprende cuando deja atrás la selva colombiana y se mira las manos pálidas. Cuando decide cruzar la calle de su mundo y sólo volver para contarlo.

Ella es una mujer y los veteranos la respetan, porque no trata de ser como ellos porque es una mujer y no le tiembla el pulso, porque es precisa como una mujer y porque no demuestra miedo como una mujer y porque todavía peina el mechón hacia el costado y porque la melena se le suelta cuando brinca y porque ella no sabe escupir a gran distancia y tampoco le importa aprender sino a ser una mujer que hace frente y no parpadea cuando decide congelar en primer plano la cabeza del acusado sobre la mesa en negro y sangre y se aleja con pasos cortos y rápidos como una mujer para tomar desde otros ángulos la misma imagen por las dudas con previsión de una mujer para que a nadie se le pase por alto esa mirada bajo el casco que no es el de una mujer rodeada de hombres que ríen sin mirarla porque es una mujer y ellos no saben de lo que es capaz una mujer.

Clic. Una mujer mira al vacío y se acaricia la calva. Una mujer remonta con su hijo a cuestas la empinada plancha de un barco, sin aceptar, todavía, las manos que se tienden para auxiliarla. Clic. Una mujer camina frente a un aviso de Coca-Cola mientras se le enredan las telas entre los pies descalzos.

Un hombre se acoda en la muleta del niño que la mira, sin mirarla. Un hombre huye antes de caer envuelto en humo con gusto a pólvora. Clic. Un hombre se arrodilla sin pedir clemencia. Un hombre apoya la cara en la ventana de un tren, los ojos perdidos en un reflejo de nubes y árboles. Clic. Un hombre acribilla a otro por la espalda.

Ella mira los elefantes hundir sus trompas en el río y se abandona. Ella camina, sigilosa, en puntas de pie, a gatas, erguida cuando la reina le entrega la medalla, cuando la cámara de otro le dispara, quién la viera, plebeya en lidia su elegancia, un premio rotundo a su osadía, tan valiente piedad, ella sonríe para la foto, ella sabe los trucos, camuflada, siente, como todos los días húmedos, los aguijones de las heridas en las piernas que casi no se notan bajo la media, y toma la caja aterciopelada, y corre al hotel a desnudarse, y se baña de perfumes con jabón de glicerina, y se pone sobre la remera limpia el chaleco y, en los bolsillos, los rollos de 400 asas, las lentes, las tijeras, el talismán, los trapos; desenfunda el ojo en pie de guerra para verificar su estado, le toma el pulso, la temperatura, lo carga con su fiebre, y corre otra vez. Otra vez.



A.G.
(texto mío perteneciente a Libro de ojos, Alción, Córdoba, 2006)

2.6.12

La vida en un poema





Canción de Agnes, por Yang Mija.


¿Cómo es allí?
¿Cómo de solitario?
¿Brilla rojo el atardecer?
¿Cantan los pájaros como cantan en el bosque?
¿Puede llegarte la carta que no me atreví a enviarte?
¿Puedo hacerte llegar la confesión que no me atreví a hacer?
¿Pasará el tiempo y se marchitarán las rosas?
¿Es tiempo ahora de decir adiós?
Como el viento que perdura y después se va,
como las sombras.
Por las promesas que no llegaron
por el amor sellado hasta el final
por la hierba que besa mis tobillos cansados
y por los pasos menudos que me siguen
es hora de decir adiós.
Ahora, cuando cae la oscuridad
¿se encenderá de nuevo una vela?
Aquí rezo
nadie debería llorar...
y para que sepas
qué profundamente te amé.
La larga espera en medio de un cálido día de verano.
Una vieja senda parecida al rostro de mi padre.
Incluso la solitaria flor salvaje apartando la vista con timidez.
Qué profundamente te amé.
Cómo se agitaba mi corazón al escuchar tu vaga canción.
Te bendigo
antes de cruzar el río negro
con el último aliento de mi alma.
Estoy empezando a soñar
una brillante mañana soleada.
Me despierto de nuevo cegada por la luz
y te encuentro
apoyándome.


(En Poetry, dirigida por el coreano Lee Chang-Dong. Esta transcripción del poema la encontré en el blog de Ana Pérez Cañamares)

25.5.12

Ese lugar que es la patria


"No era una vaca zen" acuarela, 2005

VISIONES ARGENTINAS

Los ven llegar agazapados
en la costa
al alba
con manchitas sobre el cuero de oro

los ven venir
de barro
las uñas que dejaron su estela en la panza de la liebre
preparadas

los espían
las patas hundidas en la ciénaga

listos para despellejarles los blasones
y aun así
después de haberse bebido
la plata dulce y el dorado en veremos
los muy tontos
cambiando vidrios de colores
por incendios

aun después de ser ejecutados
de comerse hasta el último resquicio del hermano
una noche sin luna
insisten en quedarse

en asentar la marca de la yerra sobre el ganado y la liturgia
mientras unos se baten en los desfiladeros
con el asma
y unos los más emigran de la patria remanida
para hacerse costumbre la añoranza

lo ven testigos con levita al que cruzó la cordillera
sin soldados
espiar a la madre cuando teje
abrazar el tronco de la genealogía
dominar los modales a bordo del mayflower
atravesar en vela el filo de la lluvia y sin paraguas
tropezar la consigna escrita en piedra
de frontera
hasta morir inoxidable después de tanta actividad
en el sillón de baquelita

antes de imaginarse la avanzada
las patas en la fuente los santitos las velas
por la que humilla a las señoras por las tardes
con su pésima dicción

el pelo con glostora
el diamante bruto entre las cejas
menos tupidas que las de juan moreira
pero igual de filosa la matriz que la gema

los ve venir su hijita la costurera ardiente
como ha aprendido en los manuales
que le dio la Señora
el aullido la flecha contra el furor del remington
un revolear de paja brava la humareda
caer al fondo del zanjón las crines
como si fuera hoy los ve
saltar sin red sobre la cicatriz traidora
un gran ejército de hormigas bravas
a cientos de kilómetros del club social

de su casa de plan

la ven rondar
inmaculada
junto a las viejas de los trapos
desplegar el silencio en gigantografía
mostrar el costurón que nadie quiere ver
contra natura
puras pupilas y bigotes y pecas no se les ven las faldas
ni los ruedos ni el callo

que vivan aunque mueran
al general que lo ve todo desde el aire
una línea de puntos color nata
y en los alrededores
otros muchos negros que ninguna pomada
salen de todas partes
rompen filas quieren llevarlo en andas sobre una
alfombra de merluzas
le salpican el traje gotas imperceptibles imborrables
imberbes

en remolino las banderas en alto
esperando a godot
a la vanguardia
de sus granaderos que los ven
detrás de las itacas
demasiado presentes
sin olvidarse de una sola coma
sin comerse las eses

caminar decididos

hacia el gran angular de las lentes blindadas
por si llueve
hacia las trampas listas
hacia los cables tendidos por las dudas
los ven desorbitados
hacia los baldes los pinchos las puntas
venir
las tijeras el olor de la quema

los ven de arena vomitando vivas

y cuando se los llevan
y cuando se los chupan
y cuando se los tiran por el rabillo de la cerradura
¿y cuando todo se termina?

nada ven entonces nada vieron los vecinos las tías
los docentes decentes
lo juran por sus madres
lo gritan abrigados en sus escarapelas
en sus ponchos overos
tomando taragüí citando a hernández
al lado de la estufa cuando rezan
por quienes doblan las campanas
las 24 horas de patriada chocolates enseñas

los ven en cada informativo
en todas las revistas
el casco reluciente
las narices respirando el tufo del futuro

los ven alegres y confiados
los ven adolescentes
unas estalactitas en las cejas que casi no se ven
las agujas las cartas cosidas en el forro de los borceguíes
que apenas si se notan
los lagrimales en el freezer

los ven
arriar el luto a media asta arriba de los colectivos
en las plazas
morder el polvo
desearla desde lejos

desde los puentes las alcantarillas los hospicios
con su vestido de amapola
la ven
soltar palomas por las calles atravesar la murga
entre las cruces
los idus
la cantinela amarga de los que volvieron
de los que se quedaron con nostalgia
de los que quieren olvidarse
de los que tocan las guitarras y los bombos en las peñas para verse

en las ganas

antes de que sea demasiado tarde
de que les crezcan las orejas las narices las corbatas
de volverse comestibles
aunque repitan nunca más nunca más

en las salas de embarque los andenes los shoppings
los barcos nunca más

los ven los que vinieron anudar los pañuelos
enarbolar la ausencia
al final de la fiesta
de las martas de las testas rosas
de las gacetas mercantiles de la soberanía en cuotas

los ven aunque no quieran sin cámaras ocultas
gastar las suelas en las alfombras persas
celebrar la maniobra del 10
en la ambulancia

lo ven antes que el árbitro
envuelto en celofán lleno de tubos fluorescentes
decúbito dorsal y anfetaminas
resucitar de nuevo
lo que queda del ansia

que ellos también perdieron
ellos que siempre pagan los impuestos
ellos también
lo reconocen en círculos concéntricos
tachín tachín las ollas de acero inoxidable
en reclamo de un sueño de pioneros

inhabitados se ven
los dobladillos mal cosidos

un sueño de poetas la carencia
un sueño que no termina de parirse
con nombre de mujer entre fragmentos

la ven amanecer
tan sola
al oeste del faro
al norte del deshielo
al sur del más remoto de los vientos
atada con piolín la ven
flamear austral volverse a su madeja
desovillarse por un arte de abuelas
para volver a armar la prenda con sus viejos recursos
de pobreza innovada
para abrigar a quienes rindieron sus heridas
a los que prenden las hornallas
a las que enseñan los palotes
que trafican la huerta
a las que mandan cartas con archivos adjuntos para el portarretrato
a los que auscultan los latidos

la ven hacerse de a poquito
por donde filtra el sol sin anteojeras
la ven hacerse en ella meterse en ella un derecho un revés sin ocultar el hilo
lenta
sin lupa desperezarse sin epifanía
la ven
sin ilusiones ópticas
la siguen la empujan suavemente
se suben a los hombros
se aferran de los unos con las plantas
se aventuran al agua en carne viva
de la trama bizarra las cenizas
el mensaje cifrado de los tiempos que recelan los libros
del augurio los ojos
que no ven si el corazón se calla
la pirueta del ángel
con las alas raídas
con el futuro a sus espaldas cuando avanza.
(Publicado en "Libro de ojos", Alción editora, 2006).