Comparto este texto esclarecedor, sobre una de las tiranías de nuestro tiempo. Zambrini integra el grupo Imagen Cristal, que dictaba seminarios cruzando psicoanálisis y filosofía en forma virtual. Disfruté y aprendí de esas clases y de las discusiones que se generaron en ese marco estimulante.
El ser dietético
La dietética: según Foucault la forma simple de la dietética de los placeres, implica gobernarse a sí mismo para ser capaz de gobernar activamente su cuerpo. Podríamos pensar que la obsesión de dietas en nuestra comunidad quizás responda al deseo de gobernarse a sí mismo como sujetos libres. Nuestra cultura de la subjetivación, busca los modos de autodeterminación en los espacios del cuerpo, ya que los espacios políticos y económicos están gobernados por relaciones de poder que nos dejan por fuera de toda posible determinación.
Pero también podría pensarse en el auge de los métodos de salud, la proliferación de información para el cuidado del cuerpo, como una forma de manipulación del poder para circunscribir la autodeterminación subjetiva a los ámbitos de lo privado, plegando una mirada sobre sí mismo que nos desconecte del cuerpo social.Las dietas y el ejercicio, con la compulsión característica de nuestra época, es una manera de moralizar el cuerpo, ya que se debe actuar por deber. El hombre así legisla su cuerpo, intenta dominarlo de las leyes de la naturaleza, imponiéndole medidas, formas y movimientos para que éste sea lo que debe ser. Se le impone al cuerpo una repetición cotidiana, cuyo placer queda ligado a la tranquilidad del deber cumplido, desapropiando al propio cuerpo de un placer ligado a sus bordes y desbordes.
La moralización del cuerpo es parte de una política de control y conveniencia del mercado, ya que se controla el gasto social-económico del mismo. Esta ley moral que rige la relación con el cuerpo, es pensada como externa y superior a la ley de la naturaleza, aunque se la proclama restauradora de un modelo de la naturaleza a seguir.Se apela, de este modo, a la adquisición de hábitos de control que conduzcan a la Buena forma.
El cuerpo se generaliza en detrimento de su singularidad. La “buena salud”se convierte en una obligación social y personal, controlada por las leyes de una moral del cuerpo.La enfermedad queda ligada riesgosamente a la culpa: “algo habrá hecho o dejado de hacer”. Conlleva el oprobio y condena de una sociedad de hombres exigidos a ser sanos.La relación con el propio cuerpo, pierde su condición de intimidad y apropiación personal, para pasar a ser un hecho público que necesita del control a través de los medios de aquellos arrepentidos de sus malos hábitos y que ofician de sacerdotes inquisidores de la “buena salud”.
Esta distancia con el cuerpo atenta una vez más contra la autonomía , convirtiendo a quien padece de una dolencia, en una amenaza ya sea por contagio o mal ejemplo.La enfermedad es vivida como una traición al modelo, y por lo tanto no es un hecho privado. Los países donde se generan enfermedades de origen virósico, con riesgo de contagio masivo dadas las formas veloces de expansión, reciben el oprobio internacional y deben pedir disculpas publicas, como si se tratara de una practica terrorista. No hay compasión de los muertos, si no vergüenza social. Pero no solo la enfermedad, sino todo hábito que pueda potencialmente conducir a ella, es considerada una adicción que merece la condena moral de la comunidad. No así con aquellos hábitos que tienen la misma característica compulsiva adictiva, pero que no implican peligro social, económico o político.
Todos mecanismos biopolíticos, que bajo la consigna de una prolongación de la vida, van censurando las diferencias y encerrando en generalidades a la singularidad de la potencia.La generalidad responde al genero y al concepto que lo domina. Por el contrario lo universal hace de la singularidad una parte de la naturaleza, del universo.¿Serán la anorexia y la obesidad ironías transgresoras al modelo, en tanto exceden en más o en menos los bordes del modelo corporal impuesto?.La apuesta de una sociedad al ser-semejante y al ser-igual, intenta controlar el movimiento del ser del eterno retorno.
El ser dietético
La dietética: según Foucault la forma simple de la dietética de los placeres, implica gobernarse a sí mismo para ser capaz de gobernar activamente su cuerpo. Podríamos pensar que la obsesión de dietas en nuestra comunidad quizás responda al deseo de gobernarse a sí mismo como sujetos libres. Nuestra cultura de la subjetivación, busca los modos de autodeterminación en los espacios del cuerpo, ya que los espacios políticos y económicos están gobernados por relaciones de poder que nos dejan por fuera de toda posible determinación.
Pero también podría pensarse en el auge de los métodos de salud, la proliferación de información para el cuidado del cuerpo, como una forma de manipulación del poder para circunscribir la autodeterminación subjetiva a los ámbitos de lo privado, plegando una mirada sobre sí mismo que nos desconecte del cuerpo social.Las dietas y el ejercicio, con la compulsión característica de nuestra época, es una manera de moralizar el cuerpo, ya que se debe actuar por deber. El hombre así legisla su cuerpo, intenta dominarlo de las leyes de la naturaleza, imponiéndole medidas, formas y movimientos para que éste sea lo que debe ser. Se le impone al cuerpo una repetición cotidiana, cuyo placer queda ligado a la tranquilidad del deber cumplido, desapropiando al propio cuerpo de un placer ligado a sus bordes y desbordes.
La moralización del cuerpo es parte de una política de control y conveniencia del mercado, ya que se controla el gasto social-económico del mismo. Esta ley moral que rige la relación con el cuerpo, es pensada como externa y superior a la ley de la naturaleza, aunque se la proclama restauradora de un modelo de la naturaleza a seguir.Se apela, de este modo, a la adquisición de hábitos de control que conduzcan a la Buena forma.
El cuerpo se generaliza en detrimento de su singularidad. La “buena salud”se convierte en una obligación social y personal, controlada por las leyes de una moral del cuerpo.La enfermedad queda ligada riesgosamente a la culpa: “algo habrá hecho o dejado de hacer”. Conlleva el oprobio y condena de una sociedad de hombres exigidos a ser sanos.La relación con el propio cuerpo, pierde su condición de intimidad y apropiación personal, para pasar a ser un hecho público que necesita del control a través de los medios de aquellos arrepentidos de sus malos hábitos y que ofician de sacerdotes inquisidores de la “buena salud”.
Esta distancia con el cuerpo atenta una vez más contra la autonomía , convirtiendo a quien padece de una dolencia, en una amenaza ya sea por contagio o mal ejemplo.La enfermedad es vivida como una traición al modelo, y por lo tanto no es un hecho privado. Los países donde se generan enfermedades de origen virósico, con riesgo de contagio masivo dadas las formas veloces de expansión, reciben el oprobio internacional y deben pedir disculpas publicas, como si se tratara de una practica terrorista. No hay compasión de los muertos, si no vergüenza social. Pero no solo la enfermedad, sino todo hábito que pueda potencialmente conducir a ella, es considerada una adicción que merece la condena moral de la comunidad. No así con aquellos hábitos que tienen la misma característica compulsiva adictiva, pero que no implican peligro social, económico o político.
Todos mecanismos biopolíticos, que bajo la consigna de una prolongación de la vida, van censurando las diferencias y encerrando en generalidades a la singularidad de la potencia.La generalidad responde al genero y al concepto que lo domina. Por el contrario lo universal hace de la singularidad una parte de la naturaleza, del universo.¿Serán la anorexia y la obesidad ironías transgresoras al modelo, en tanto exceden en más o en menos los bordes del modelo corporal impuesto?.La apuesta de una sociedad al ser-semejante y al ser-igual, intenta controlar el movimiento del ser del eterno retorno.
Lic. Adriana Zambrini
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