11.6.09
Rosa cubana
Ella se llama Rosa, pongamos. Rosa está maquillada como para ir de fiesta, el pelo negro cayendo en bucles perfectos, dos hebillas doradas que sostienen las mechas más cortas, minifalda, medias de lycra, labios contorneados con lápiz chocolate, quizás un poco más oscuro de lo que debiera haber sido la insinuación de un continente para el rouge, rabiosamente fresa, de la boca. Anda así, subida a su carro, con esa pinta, y eso que son las 6 de la mañana, y del sol todavía ni asomo. Yo voy en zapatillas, un buzo dos veces más holgado que mi cuerpo, vaqueros flojos, una bolsa con algunos obsequios para quienes me esperan en la ciudad sin mar, la valija azul, la cámara de fotos en el bolsillo de la campera de lona, también azul.
Ella acomoda el equipaje en el asiento de atrás, y cuando voy a sentarme en el extremo libre, me pregunta, extrañada, por qué no le hago compañía, así podemos charlar más cómodas, y yo le digo por qué no, y me siento a su lado.Costumbres, le digo, argentinas, esto de ubicarnos atrás cuando vamos de pasajeros. Aquí, me dice, no estamos habituados, somos conversadores, y quien viaja con nosotros comparte.¿Aunque les paguen? pregunto, y me arrepiento al segundo de haberlo preguntado. Ella sonríe: Claro que sí, por supuesto. Qué diferencia hace si el viaje es el mismo para todos.
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4 comentarios:
Que cosa loca desnaturalizar lo natrual no? Que linda muñeca negra! las adoro!
Sí, en esa historia lo "natural" deviene político, o a la inversa.. La muñeca fue un hallazgo un tanto sobrecogedor, es del culto orishá, la encontré en Trinidad en el ingreso a una vivienda colonial, ella ahí sentadita en medio de la sala, como diciendo "ojito que yo cuido acá" bueno, no pude resistir la tentación de llevarme algo de ella... (por esa cosa fetichista que tenemos ¿no?) ¡muñeca brava!
saludos!
Andrés
Hola Andrés, bienvenido!
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