18.7.09

Luna beluga


Hace 40 años ¿el hombre pisó la luna? algunos dicen que sí, otros que fue una farsa montada en algún lugar cerca de Las Vegas. Una linda película que el mundo entero contempló arrobado. ¿Acaso importa?

El día del alunizaje me tocó estar en un hospital. El auto en el que viajaba atropelló y mató un hombre. Yo tenía siete años. Sobre mi cara estalló el parabrisas. Mi vieja tiró a tiempo del cuello de mi sweater para que mi cuerpo no lo atravesara. Así que en los instantes en que el hombre plantaba huella y bandera sobre el suelo lunar para regocijo del mundo, -la misma parte del mundo que hablaba de paz y amor cósmicos mientras se asesinaban poblaciones enteras en Vietnam-, yo veía brillar "mi" luna, la de mi infancia, eterna obesa y guardiana, en posición horizontal, a través de la ventana de una sala aséptica. Blanca y fría, como ella. Fijate vos... Me dije entonces: algún día contaré esto. Bueno, cumplí.
Hace unos años escribí un textito sobre ella. Me inspira ternura y respeto. Como a tantos, ¡cuánto se ha escrito sobre la luna! de sus hechizos y maleficios; de su amparo y seducción; de su musa. El texto en cuestión se publicó en el 4to. volumen del Decamerón cordobés.
LUNA QUE ESTÁS EN LOS CIELOS (o del arte de desear en la ciudad templaria)
Y dibuja la luna.

La noche está astillada, como la muela cariada que la artista perdió sobre el ladero izquierdo. Desde su hueco, una mudez nueva para cubrir, ceceante, los balbuceos del vivir. El silbido y la saliva conjugan con la lengua cuando falta la pieza que falta.

Pero no todo es fonación, dis-cursus, ir de un lado a otro, corriendo detrás de la palabra justa. Por eso los ojos de la artista miran hacia lo alto y se brindan a su luna beluga comestible cuando media y rima, hipnótica, hermana del misterio y la impiedad.

Acuclillada entre los yuyos, elabora el contorno con pulso incierto, porque la luz titila, la luna es despareja, esa noche en particular, achanchada, la marca de la huella que el hombre pisó, mientras en la tierra habitaban fuegos de guerra y revolución y sólo había un orbe bipolar. Hasta que Orfeo descendió y mezcló todo de nuevo. Historia antigua.

Quiere dibujar la luna tal cual la ve, disfrazada de parturienta entre constelaciones mezquinas, y una nube a lo lejos, que no entra en el cuadro. No es la luna de los sueños, es una maldita luna que confunde los puntos cardinales. Es la bella donna y la puta que nunca duerme, la dama en vela, la bien pagá. La cortesana y la buena de los cuentos de arroró. Es una sucesión de máscaras la luna entreverada con su polizón de nardos. Ella no viene ni va de nadie, ella está adonde quiere y se esconde tras los arbustos y asoma sonrojada, o agorera de tempestades, o buchona por las calles que el deseo torció.

Es toda roca en yiro cerca de la tierra, satélite guardián de las mareas, de los ciclos de la fertilidad, que escatima cuando no ha llegado el momento del brote. Ni nueva ni llena establecidas: un puro devenir de luna en luna.

La dibuja de nuevo, su silueta fundida en la hamaca paraguaya: la artista se libera. Entregada la red al movimiento, es su luna lunita de boleros llevar, mientras los pescadores de aguas dulces naufragan porque la reina desertó y las estrellas se fueron de copas por los bares de Alberdi. A veces la naturaleza puede ser irresponsable.

Le dibuja las puntas alzadas hasta casi rozarse pero no cierra el círculo porque busca algún grado de verosimilitud. El esmalte nacarado produce un ligero contraste de blanco brioso sobre blanco seco.

¿Será necesario pintar el fondo para decir "esto no es una luna"?
A su luna le sobra hilván y se le notan las costuras. Es de las que no esconden la hilacha. Por eso es áspero el cielo que dibuja la artista.
Su luna desafía la ley de gravedad. Suspendida en el andamio cuerno abajo, confunde las menguantes con crecientes y los puntos cardinales con marginales.

Los hombres se convierten en lobos cuando está en plenitud; las mujeres se revuelven en los lechos. ¡Fiebre uterina! ¡Mal de amores! rebaten los bronces de la ciudad templaria.

Así es esta luna que también puede ser de hielo. Blancura feroz que abrasa.
Ella no miente nunca y, sin embargo, las personas le cuentan sus mentiras. Saben que es luna de fiar.

Acuna el sueño de los niños, y también les susurra al oído las pesadillas más terribles, para que saquen a jugar sus miedos, apenas las pupilas adultas dejan de vigilarlos.
Después, entra al dormitorio de la señora y hurga los objetos del tocador. Se prueba las emulsiones, los coloretes, los aros, las hebillas, los extractos de perfume para volver, desnuda, a la palidez espléndida que le devuelve el espejo oval.
Es pura sensualidad.
Una entera desvergonzada.

Por eso, la artista le dibuja una risa llena de dientes. Su luna es así; no se permite la melancolía.
Luna cabrona, luna loca de atar. Luna de todos y de nadie. Luna se mira y no se toca.
Luna espectral y viva.

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