En el tiempo de los griegos se amaba y se moría trágicamente. Quienes podían hacerlo, que no todos. El mar era el desierto. Y Ulises podía ser cualquier guerrero. Penélope, en cambio, se inventó a sí misma. Su imagen en la trama destejida y vuelta a tejer. Los pretendientes andaban desorientados. Hoy le llamaríamos a ese trabajo, virtuoso y paciente,
selfiction. Una grosa Penélope.
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