17.9.10

Los náufragos



Envuelta en una bruma galesa, ella lo mira debatirse. Le sale un resto de la cola de pescado por el borde de la enagua que disimula el cortejo y su recuerdo.
¡No hay futuro aquí! le grita, desde el acantilado.
¡No te empecines! vocifera.
Pero es inútil: por más que abre la boca, a sus palabras se las lleva el viento. Y la tormenta. Y el rugido de las aguas que extraviaron a Ulises.
Deshilacha el vestido y sacude los harapos en señal de rendición. Pero él no advierte sus gestos, está demasiado ocupado en mantenerse a flote en medio de las olas.
Así lo ve llegar exhausto, hasta su mano.

2 comentarios:

Juliana Rodríguez dijo...

No decido si es más difícil ser la sirena, que no espera nada, o Penélope, que sólo espera. Tengo una foto muy parecida, que saqué en un paseo silencioso por San Sebastián, me hiciste acordar a esa caminata.

andrea guiu dijo...

Hola Juli! mmm, sí, qué dilema. Aunque la espera de Penélope es bien activa, creo que las dos representan distintas dimensiones de la pasión, quién te dice que quizás esté bueno oscilar un poco, entre el agua y la tierra... Ah, qué lindo, conociste San Sebastián, yo sólo desde mi admiración por el gran Chillida, no alcancé a conocer el norte de España. Bienvenida a mi sitio!