24.11.09

La voz de la sangre


Tabita Peralta Lugones nació en Buenos Aires, tiene sesenta años y, desde los 21, vive entre Barcelona y París. Parió cinco hijos, escribió libros de gastronomía, dirigió revistas eróticas, tradujo más de cien libros, fue ghost writer durante los años del franquismo. Y después de andar por las orillas de los textos, como tanteando la temperatura del agua antes de sumergirse, escribió Retrato de familia (Emecé, 2009), su propia memoria íntima de la saga familiar y trágica a la que pertenece. Y vaya si se lanzó a las aguas profundas y negras de la novela-río que anudan el Delta y el Río de la Plata, las letras y la política del siglo 20 argentino.

En este relato teatralizado, confrontan las voces de la Protagonista (la escritura) y la Mujer (la Hija); la abuela y su segundo marido; Ale, el hermano, suicidado a los 21 años en la misma isla del Tigre donde su celebérrimo pariente se tomó el veneno; el Padre y Marie, la amiga. Pero, por sobre todos ellos, como el espectro hamletiano, está la Madre: Susana “Pirí” Lugones. Y es con su omnipresencia que Tabita libra su verdadero duelo, con toda la ambivalente riqueza que entraña ese concepto. Duelo que es dolor y combate. Y que siempre es combate entre dos.

A la historia de los Lugones la han contado, entre otros, Marta Merkin (Los Lugones, una tragedia argentina), Eduardo Muslip (Fondo negro), Analía García y Marcela Fernandez Vidal (Pirí) y la cineasta Paula Hernández (Familia Lugones). La insinuaron Ricardo Piglia (La ciudad ausente); Andrés Rivera (El verdugo en el umbral) y David Viñas (Literatura argentina y política: De Lugones a Walsh). La protagonizan los dos Leopoldos: el poeta nacional, celebrante de la hora de la espada y suicida; su hijo el comisario torturador y suicida y Pirí, la hija del comisario, intelectual, montonera y asesinada en la Esma. Hay muchas figuras secundarias a esta trama, hoy nombres conocidos en el campo cultural y político, que cruzaron sus vidas con “ese apellido turbador”, citando la expresión de Viñas. Uno de ellos es Rodolfo Walsh, pareja de Pirí durante varios años y mentor de su militancia política.

Atenta a su linaje literario -¿la única fidelidad posible?-, una mujer recuerda, mientras degusta vinos exquisitos, prepara algún plato de pescado, imagina -¿sobrevive?- la vejez por venir. Escribe: un retrato que no es, una novela que parece un drama sin serlo. Su poética se inscribe en la encrucijada de los géneros: “trato de recordar esquirlas de palabras. Intento el recuerdo de los espejos”. Escribe para recordar; porque recuerda, “esta novela, mi primer libro de verdad”: literatura de verdad.

Publicado en Vos de La Voz, 26-11-09.

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